Niños de ayer Elvira Lindo 22/02/2015 Hay algún momento en que todo creador siente la necesidad de contar su infancia. Es el gran misterio, la caja negra, los años que contienen casi todo. Louis Armstrong sobrevivió a una niñez en un prostíbulo gracias al amor de su abuela y a quienes supieron ver en él un niño prodigio, lo que siguió siendo, por cierto, el resto de su vida. Los hermanos Marx eran cómicos de nacimiento pero vivieron de su comicidad gracias a una madre coraje. Proust deseó desesperadamente que su madre le diera un beso de buenas noches; el resto está escrito en siete tomos. Gila describe como nadie lo ha hecho el Madrid popular, el de las buhardillas, y Arturo Barea el de las lavanderas del barrio de las Injurias. Harper Lee, que tanto ha dado que hablar esta semana, contó su infancia en una novela e incluyó como personaje al que fuera su compañero de correrías en Monroeville, Truman Capote, el niño pedante y desamparado que también narró su niñez en Alabama valiéndose ...